Psicoterapeutas, psicólogos, psiquiatras. Cada profesión fue creada para dar apoyo y motivar a las personas a desarrollar una relación íntima con su psiquis, que es su alma, su espíritu, su esencia como ser humano, su consciencia, su yo interior.

Es el terapeuta fuera de lo común quien ha ido tan profundo como fuera necesario para ayudar a sus clientes a llegar hasta allí, su propia psiquis. Lo sé. Me formé como terapeuta y me doctoré en Psicología Transpersonal. No es de ELLOS de quien hablo. En parte, yo soy uno de ellos, y también soy algo más. Ese algo más me ha permitido cruzar un umbral hacia la realidad humana que no se reveló como tal durante mi formación como terapeuta.

Recién en mi primer empleo real como terapeuta clínica, donde trabajaba con gente en recuperación, me crucé con lo que yo considero un ingrediente esencial del crecimiento y desarrollo humanos: la espiritualidad.

Ahora, como entrenadora de vida transformacional, mi trabajo difiere del que hacía como terapeuta. Entonces, tomaba de la mano a mis clientes y me movía lentamente por un gradiente que consideraba realista. Ese es un componente importante del crecimiento personal, el ritmo al cual cada individuo avanza valientemente por su camino, con confianza en sí mismo y plena responsabilidad por el camino elegido.

Durante una sesión de terapia, los elementos de la espiritualidad son prácticamente ignorados. Tratamos las emociones, pensamientos y sensaciones de nuestro cuerpo, pero no nos damos cuenta del indispensable aspecto espiritual de la experiencia humana, sin el cual no podríamos existir.

Este dilema humano en el que nos encontramos es provocado por experiencias que están más allá del conocimiento cognitivo. Es probable que cada uno de nosotros experimente a lo largo de su vida situaciones tremendas, numinosas, transformadoras y espirituales, y que no sepa cómo llamarlas, o peor aún, qué hacer con ellas. Muy a menudo, nuestros curas, ministros y rabinos se ven desconcertados por muchas de nuestras experiencias como seres humanos, que forman parte del ser seres espirituales en medio de esta experiencia humana.

Se nos presentan desafíos que no tienen ningún sentido para nosotros, entonces nos preguntamos si es que acaso somos normales. Nos deprimimos y nos mortificamos, simplemente porque no podemos comprender algunas situaciones ni lidiar con ellas por medio de las herramientas que están a nuestra disposición.

Yo soy coach de VIDA. Mi trabajo es motivar a las personas a que vivan su VIDA de forma consciente. Les hago preguntas que les demandan un estrecho contacto con su realidad, sus pensamientos y sus emociones. Estos deben ser parte de su vida para que puedan conocer su verdad y ser ellos mismos en base a esa verdad más que de acuerdo con la realidad consensual. Y eso no lo aprendí en terapia, ni como terapeuta ni como paciente.

En medio de una crisis espiritual, con una angustia y agonía terribles, me dije a mí misma: «En terapia nunca me di cuenta de que lo que me está pasando ahora es una parte inevitable de vivir la VIDA, porque soy un ser espiritual que está teniendo una experiencia humana». Entonces decidí escribir 101 Ideas esenciales que no obtuve en terapia.

Honestamente, también quiero compartir con ustedes que hay muchos terapeutas y pacientes que sí adquirieron estas ideas por medio de la terapia. Debo admitir que, posiblemente, yo no estaba lista, abierta o incluso no estaba escuchando, cuando estas reflexiones se cruzaron en mi camino. ¡No lo comprendía entonces, pero sin duda lo comprendo ahora!

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